viernes, agosto 06, 2010

TORRENTE



Hay algo en lo cotidiano, que me seduce. Se inserta en mi cuerpo como una tibieza confortable. Las rutinas, los ruidos de la ciudad, ese rumor de los relojes, con su flujo que va y que nunca vuelve. Mi mundo se resquebraja y el universo no se detiene, antes me pasa encima sin piedad.


Y la lluvia que no cesa, al ritmo de las lágrimas que se cuelan por la tierra. Me pregunto si hay vida en el subsuelo, y cómo hacen para dar corriente al agua salada que escapa de mis ojos. Cómo sobreviven a la inmensa tristeza que arrastro.


Mientras el cielo se derrama a través de las nubes, yo abrazo a mi soledad, le preparo una buena cena y me la llevo a la cama. Tantas noches agitadas compartidas. Mi soledad se alimenta de emociones de las que me desprendo como si de piel muerta se tratara. Más, sin regenerarse, van drenando poco a poco las extremidades de mi alma.


Entre sábanas húmedas de tanto exprimir el corazón y los pensamientos. De tantas luchas frustradas en el campo de tu cuerpo, de tantos amores arrancados.


Me gusta estar así ensimismada en los recuerdos porque el tacto no da más, la piel se agrieta, las terminales nerviosas no responden.


Queda un débil recuerdo de tus dientes en mi carne, tu sonrisa complacida. Paladeando la hiel y las especias picantes que me dejaste con tus besos.