viernes, septiembre 07, 2012

EL BESO



Esa tarde entre almohadones lustrados por el sudor de tantos fajes en tiempo transcurrido, él me besó.

Después de probar tantas bocas, tantas lenguas, salivas de múltiples sabores, lo sentí como el primer beso.

Ese beso con labios temblorosos, tímidos en un inicio pero voraces después de un tiempo.

Entre la distancia que separaba los cuerpos, flotaban pensamientos, miedos, timideces añejas.

En la mente volábamos para el encuentro, surcábamos cielos bajo esa lluvia menuda que cae sin dolor, sólo para prodigar la humedad perfecta que hidrata los sentimientos más dulces.

Fue un beso sin deseo, un beso de prueba, de novedad añorada, beso de hojarasca, beso de cristal de ventana a medianoche sin luna.

De esos primeros besos en una esquina, rápidos, sin expectativa de meter las manos bajo la blusa ni nada más.

De esos besos que te dan justo lo que necesitas, ese tinte de inocencia que sólo se consigue de los seres no profanados por la lujuria.

Sólo sé, que ese beso fue el primero, el único en mis años vividos, el beso de mis sueños infantiles, el beso de Klimt debió sentirse así estoy segura.

Y aquí estoy, a mi edad, esperando la siguiente ocasión para que él me bese y escuchar campanillas en el cliché del amor de mano sudada, del caminar por la alameda, pensando bajo la tempestad... que él me pertenece.