miércoles, febrero 27, 2013

SANGRANDO LA DESPEDIDA.


Llegamos a este mundo solos, y así nos retiramos. Desnudos de sentimientos, de apegos, de materia densa de los pensamientos. En silencio, imperceptiblemente, borrando nuestras huellas, el polvo tarde o temprano cubrirá nuestro recuerdo. Mientras vivimos debemos aprender a desprendernos, a escuchar las frases debajo de todas las palabras, las intenciones debajo de las actitudes y saber retirarnos a tiempo. Todo tiene su ciclo y su fecha de caducidad, admítelo, enfréntalo, déjalo ir...

martes, febrero 26, 2013

UN INSTANTE, UNA VIDA, UN MOMENTO.



Poco menos de dos años después vuelven los recuerdos, se rompe el muro que se construyó para no sentir dolor y poder pararse con los ojos secos, la mirada serena tantas veces ensayada desde la primera gran pérdida, frases de agradecimiento y buenos modales. Para no gritar, para no azotarse en el suelo, para no querer aferrarse al cuerpo muerto, al cadáver, al horno donde se convirtió en cenizas. Día de estreno, evaluación de toda la preparación previa a la separación. Careta de sonrisa pulida infranqueable.

Casi dos años que parecen un parpadeo, dos años de vacío, de soledad, de ausencia, de bloquear las imágenes, todo en control.

Un par de semanas de lucha, de tejer en el día para deshacer por las noches, cuando las defensas están bajas y reina el subconsciente que quiere liberarse de ese sentimiento viscoso y cáustico devorador de entrañas.

Para que en el alba te despierte el torrente incontenible de los ojos, la opresión en el pecho, el sollozo que se quiebra.

La semioscuridad de la habitación que se cierne sobre tí, las malditas imágenes de una trama roja, la sangre manando a borbotones, los coágulos reptando por la superficie pálida de la piel.

La llegada del día que te encuentra en posición fetal sobre la cama, llorando, muriendo poco a poco entre las sábanas.

La incapacidad de detener ese tumulto de recriminaciones por las acciones del pasado, por las decisiones tomadas, por las palabras no dichas.

Necesidad imperativa de ingerir algo que pare las alucinaciones, los recuerdos, que elimine el sabor salado del paladar, que diluya ese dolor palpitante que no cesa. Desnudarse y acostarse en el suelo esperando que el frío distraiga las voces, repitiendo el mantra sanador... tú eres fuerte, todo pasa, el tiempo cura todo, resiste, la vida sigue.

La vida, esa dominatriz salvaje que se ríe del sufrimiento, que te patea cuando estás en el piso convulsionando por la conciencia de la realidad.

Te arrastras, suplicas un poco de misericordia, logras alcanzar la botella y la bebes con fruición porque piensas que al menos te dará una pausa, el dolor físico es tolerable y no se compara a la emoción terrible que te embarga.

Tal vez el infierno sea la vigilia y la muerte la cura para tu pasado.

Te envuelve un frío intenso, el razonamiento se bloquea, las imágenes se detienen y puedes descansar al fin... sólo un momento.