miércoles, agosto 30, 2006

CORRUPCIÓN Y RESPONSABILIDAD
A menudo el término corrupción es relacionado inmediatamente con el manejo de las finanzas de nuestro país, estrechamente con la burocracria de las instancias públicas y privadas, y por supuesto con la malinterpretada política.
Sin embargo la corrupción se aprende desde el seno familiar, los insignificantes hechos cotidianos están inmersos en esta acción. Siempre nos estamos quejando de que México es uno de los países más corruptos a nivel mundial pero no hacemos un alto en nuestras vidas para analizar que todos, con las insignificantes acciones cotidianas colaboramos en gran medida a que esta necrosis social se extienda hasta que la única solución sea la amputación de los valores y la armonía de todos los círculos con los que tenemos contacto.
La corrupción individual infecta a los seres que nos rodean. Cuántas veces estacionamos nuestros vehículos en zonas prohibidas, o entramos al supermercado por la salida y viceversa. No podemos negar que hemos utilizado nuestros contactos en alguna institución para evitar las largas filas para llevar a cabo un trámite de rutina.
Se ha trivializado la frase "El poder de Uno" hasta convertirlo en un lema publicitario propio de la mercadotecnia para llenar los vacíos emocionales con el consumismo desesperado. Pero si comprendiéramos a profundidad el significado de esta podríamos extrapolarla en nuestras vidas para mejorar el medio en el que nos desarrollamos.
Es cierto que en nuestra sociedad actual las reglas y leyes requieren de actualización, algunas sanciones pueden sonar absurdas, pero si intentamos cumplir con los mandatos de las constituciones legales y las constituciones morales (que aunque no están escritas contienen reglas básicas de convivencia armónica) podremos aterrizarlas en un cambio palpable en la lucha contra la corrupción.
Comencemos con respetar los límites de velocidad, los lugares en las filas sin "agandallarnos" o saltarnos los turnos, nunca comprometamos nuestra opinión sólo por recibir favores en el futuro, seamos coherentes con nuestras acciones y palabras, no deberíamos prostituir nuestra dignidad valiéndonos de artimañas para obtener un avance superfluo.
Recordemos la famosa frase de Benito Pablo Juárez García (alias Benito Juárez) que dice "El respeto al derecho ajeno es la paz". Respetémosnos a nosotros mismos y podremos respetar los derechos de los demás y así con el actuar razonado y las palabras escogidas con sabiduría podremos atacar el problema de la corrupción en nuestro país.

viernes, agosto 18, 2006

CONCIENCIA UN JUEZ CRUEL
Hoy conocí a mi conciencia, tiene la cara blanca y el corazón de hierro. Pude observar cuán desgastada está de tanto gritarme que la tome en cuenta. Sin embargo mi conciencia no se vence fácilmente, ella insiste, me llama con su voz desesperada. Yo la escucho apenas como un susurro, oídos sordos a palabras necias.

Creo que este día pondré atención a lo que me dice, hoy dejaré de actuar impulsivamente con los ojos vendados y las rodillas desgastadas de tanto caer sobre el asfalto.
Al acercarme a ella me escupió el rostro, mientras que yo esperaba guarecerme en ella, pedirle algún consejo. La conciencia puede ser la luz en el camino y el verdugo más vil e insistente que nunca te deja respirar.
A la conciencia no se le puede sobornar, y no sabe nada de diplomacia. Ella suelta la verdad como es, la vomita como poseída. Y deja manchas imborrables en la piel interna.
Pero después de todo es mi conciencia, la única e indivisible, la valerosa que me dice exactamente de qué gemas y detritus estoy hecha. Sólo es cuestión de aprender a dialogar pacíficamente y escuchar más con el silencio litúrgico porque así podré analizar mis acciones y llevarla bien con esta figura implacable.

jueves, agosto 03, 2006

Hace tanto tiempo que el sexo no me visita, que ya olvidé las estrategias del placer.

Recuerdo que en las artes del deseo me desempeñaba sobresaliente. Ahora la memoria como las huellas de caricias tapizan mi piel, como las hojas dejadas por el otoño sobre los caminos sin final.

Las yemas de los dedos antes tan solícitas a prodigar el roce desencadenante de las sensaciones han desarrollado callos-barreras que me prohiben el sentir.

Mi espalda se ha agrietado por la falta de humedad y mis labios han perdido la forma humana y parecen más suturas incompletas de heridas milenarias.

El corazón se ha gangrenado y pulsa lenta y débilmente, creo que pronto va a detenerse.

Ni siquiera un degenerado o un satiríatico presta atención a mis débiles gemidos que en las noches quiero arrancar de este cuerpo, de estos jirones de piel que no hacen más que sangrar la soledad.

La sal hace costra y me estoy volviendo un tanto rígida, un tanto amarga, y pierdo la definición del amor conforme pasan los minutos, las horas y los días. No me reconozco más frente a los espejos que devuelven imágenes borrosas del pasado.

Creo que esta noche será la última que intento rescatar algo vivo de la luna, que me mira desdeñosa desde su lejanía con su brillo presuntuoso ante mi devastación humana.
LA LOCURA DEL AGOTAMIENTO

En esta madrugada lluviosa y gris mi cerebro está desconectado, un tiempo para deshechar toda la basura mental que embarga mi ser.

Hace días que intento escribir algo, tal vez nuevo, tal vez interesante y que pase por el estricto filtro del razonamiento fluído y conciente, pero los bloqueos de la página en blanco no me dejan avanzar a más de un adjetivo o un artículo de extensión.

Así que ante tal conflicto me aventuré a publicar estas líneas sin sentido, sin más simbolismo que la soledad acompañada sólo por un ordenador obsoleto y una red de mala calidad.

Estoy en el laboratorio como nerda, a altas horas de la madrugada y yo aquí persistente, luchando batallas con augurio de derrota desde que inició la jornada. Los resultados favorables me han abandonado. Los aparatos con nada de humanidad me desafían.

Estoy agotada, sólo el ruido de los refrigeradores y el repiquetear de la lluvia sobre la ventana. Su ritmo monótono me provoca una somnolencia neblinosa. Quiero salir de aquí pero la presión es demasiada.

Ya no puedo más, voy a desistir, basta de escribir sinsentidos. Esta verborrea incoherente se publicará pero no presten demasiada atención. Es un ejercicio de desbloqueo para vomitar las palabras huecas que salen cuando el cansancio habla por la piel.