viernes, agosto 18, 2006

CONCIENCIA UN JUEZ CRUEL
Hoy conocí a mi conciencia, tiene la cara blanca y el corazón de hierro. Pude observar cuán desgastada está de tanto gritarme que la tome en cuenta. Sin embargo mi conciencia no se vence fácilmente, ella insiste, me llama con su voz desesperada. Yo la escucho apenas como un susurro, oídos sordos a palabras necias.

Creo que este día pondré atención a lo que me dice, hoy dejaré de actuar impulsivamente con los ojos vendados y las rodillas desgastadas de tanto caer sobre el asfalto.
Al acercarme a ella me escupió el rostro, mientras que yo esperaba guarecerme en ella, pedirle algún consejo. La conciencia puede ser la luz en el camino y el verdugo más vil e insistente que nunca te deja respirar.
A la conciencia no se le puede sobornar, y no sabe nada de diplomacia. Ella suelta la verdad como es, la vomita como poseída. Y deja manchas imborrables en la piel interna.
Pero después de todo es mi conciencia, la única e indivisible, la valerosa que me dice exactamente de qué gemas y detritus estoy hecha. Sólo es cuestión de aprender a dialogar pacíficamente y escuchar más con el silencio litúrgico porque así podré analizar mis acciones y llevarla bien con esta figura implacable.

2 comentarios:

J.S. Zolliker dijo...

Delicioso artículo.
Saludos!

Anónimo dijo...

La Conciencia es igual el infierno o el paraíso, ella decide si duermes o no de noche, si sueñas con estrellas o con espectros espantosos... con la mía vivo en constante altercado entre lo que está bien y lo que es divertido. Y ninguna de las dos podemos dormir de noche. Muy buena entrada!