lunes, febrero 13, 2006

MORIR ES RENACER

Cuando buscamos en nuestro interior descubrimos lo relativo de los conceptos de la vida y la muerte. La muerte sólo es una palabra acuñada para describir la ausencia de vida, entendiéndose como tal la conservación de los procesos fisiológicos propios de los seres vivos como son la respiración, la reproducción, la alimentación y por supuesto el latir del órgano cardíaco. La vida debe brotar desde el interior hacia el exterior, y por lo tanto es eterna e inmortal. Los seres humanos deben hacer a un lado el miedo intrínseco a la muerte física, recordemos que cuando cesa el temor de las cosas, cesa también nuestra creencia en su poder y por consecuencia su poder sobre nosotros y sobre nuestra existencia. Deberíamos abatir la fobia y mejor preocuparnos por hacer crecer la vida interior, para que cuando llegue el momento de desprenderse de la coraza material, nuestro espíritu pueda elevarse en una resurrección que fecunde otros seres y otros corazones.

La definición de vida y muerte no puede remitirse a una en particular, puesto que los conceptos de la muerte cambian a través de las religiones, de los países, y de la filosofía que maneje cada individuo. En general podemos decir que existe muerte espiritual, muerte física y muerte filosófica o simbólica. Cuando una persona tiene oportunidad de experimentar esta última puede aprender que otra cualidad de lo que llamamos vida, es que los seres humanos contamos con la capacidad de pensamiento, de racionalización de los sentidos y de tomar decisiones libremente.

La muerte espiritual puede provocarse por los ataques constantes y contundentes de nuestros enemigos la ignorancia, la hipocresía y la ambición. La ignorancia nos entrega a los brazos oscuros del fanatismo y la superstición. La hipocresía está ligada fuertemente con la deshonestidad. Y finalmente la ambición malsana nos hace aferrarnos al plano material tanto que perdemos nuestra individualidad.

La muerte filosófica o simbólica confiere al ser humano la madurez de la conciencia individual, adquiere el discernimiento a través de la práctica de la virtud, del estudio, la reflexión y la meditación y sobre todo del autoconocimiento que mostrará su verdadero ser y asestará un fuerte golpe a la ilusión y la apariencia que forman parte de su personalidad.

El discernimiento nos permite pensar por nosotros mismos y dejar el redil de la imitación fanática que es tan común en esta época donde los seres humanos se dejan seducir por las múltiples y cómodas opciones que la vida le presenta, sin preocuparse por generar tomando como punto de partida su propio pensamiento.

Día a día y minuto a minuto el ser humano construye con los ladrillos de su fuerza interior, con su razonamiento y su inconmensurable amor a la humanidad; su templo interior y después con el desprendimiento característico de ese amor puede transmitir todo el conocimiento que ha adquirido a través de su vida, a todos los que le rodean incidiendo luz sobre sus espíritus débiles que viajan en las tinieblas de la ignorancia.

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