jueves, febrero 02, 2006

MUERTE quién eres?

No se cansan de repetirnos que la muerte es nuestra compañera desde el momento en que tomamos la primera bocanada de oxígeno, cuando sólo somos unos seres indefensos y absolutamente dependientes de nuestro entorno. Sin embargo la muerte puede causarnos más que curiosidad, un terror profundo, una fobia incesante que nos quita el sueño.

Ante este escabroso tema deberíamos decidir si temerle o simplemente tomarla como tal, como la certeza, la totipresente y como nuestra acompañante sin sueldo. Por eso es que mando estas líneas al vuelo, como pensamientos en un manantial, que surgen sin pedirlo y que torturan sin sentirlo. Yo no soy escritora de formación, así que no esperen mucho de redacción ni de vocabulario florido ni elegante. Las ideas van así como emanan de todos los laberínticos paseos de mi cerebro.

Tampoco me considero una mortefílica, simplemente soy conciente de su “presencia”. Este punto es de gran polémica debido a que muchos autores la denominan “la muerte”, siempre con un tinte rosa que habla de femineidad, desgraciadamente ninguno se ha puesto de acuerdo en sí es una bella fémina que con su oscuro encanto nos arrastra hasta la última morada del cuerpo material; o sí es el típico espectro con capa y guadaña que nos presentan todas las filmografías gringas infiltrándole hasta los huesos el terror psicológico. De cualquier forma, sea bella u horripilante sabemos que un día, no sé cuándo ni sé con qué aspecto, todos la conoceremos.

Hay individuos que se la topan varias veces en la vida, (tremenda aseveración) o tal vez debería escribir una frase alegóricamente compleja como: hay personas que mueren varias veces su propia vida. Mueren a viejas costumbres, mueren a los vicios adquiridos, mueren con sus corazones destrozados por el desamor.

Desde que nuestros antepasados cavernícolas descubrieron la naturaleza irreversible de la muerte, los seres humanos evolucionados o no, hemos navegado en la incertidumbre y creado mitos, religiones, cultos, libros, teorías, epitafios para darle un poco de color a ese rito negro o blanco que es colgar los tenis.

Hay infinidad de teorías sobre la “vida” después de la muerte: que si la parte etérea de la materia es inmortal, que si en el cuerpo humano viven 7 cuerpos con diferentes densidades en el mismo espacio, que si el alma está dividida en dos partes y una está en este plano material y otra está evolucionando en dimensiones superiores, que si no existe nada después de ella, todas más optimistas que las otras. Pero la absoluta verdad es que no tenemos ni una sola idea de lo que sucede. Inventamos rituales pomposos para que la separación inherente que encierra esa palabra de 6 letras no nos cause tanto dolor.

En todas las culturas del mundo este tema se aborda con cautela, en cambio en México ni esta singular protagonista del diario vivir se gana el mínimo respeto. Dulce parca elegantemente vestida por Posadas, parece más simpática que despiadada.

Al final de cuentas todos adoptamos a la muerte en un abrazo profundo, la alimentamos cada día hasta que cuando se siente fuerte e independiente nos tiende su ardoroso toque y nos lleva de la mano hasta donde nuestro entendimiento la concibe. En este punto ya no importa la coraza que nos construimos en la vida, no importa si la muerte es pequeña, grande, atractiva, dulce, horrorosa, dolorosa o rosa, lo único vital se ha ido.

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